El saludo y la mirada de reconocimiento ayudan a tu hijo a conversar contigo, pues representan la apertura a lo que depare el futuro.
¿Por qué hay personas a las que estamos dispuestos a contar «nuestras cosas» y en cuyas reacciones confiamos? ¿Cómo convertiros en una persona de confianza para vuestros hijos? Favorecer su autonomía significa aportarles seguridad y amor, para que puedan explorar el mundo con autoestima. Y también, acompañarles en los momentos de duda e indecisión, ofreciéndoles conversaciones que les ayuden a elegir con responsabilidad.
¿Cuándo fue la última vez que tu hijo te pidió consejo? ¿Puedes recordar cómo fueron esas ocasiones en las que hablaste con tu hijo y compartió contigo lo que piensa o lo que siente?
El saludo y la mirada de reconocimiento ayudan a tu hijo a conversar contigo, pues representan la apertura a lo que depare el futuro.
Con el silencio puedes comunicar que estás escuchando (mucho mejor que diciendo «te escucho»).
Sólo es posible ayudar cuando estás decidido a estar ahí para lo que tu hijo necesite de ti. Exprésalo con la mirada y la postura de tu cuerpo.
A veces, el «aquí me tienes» puede abrumar a los adolescentes… Salvo cuando hablas de tus propios sentimientos. Entonces, les resulta más fácil conversar con tu «yo adulto».
Es la palabra que crea un espacio para tu hijo («¿cómo lo ves tú?»).
Interésate por cómo le hacen sentir las distintas opciones. Recordemos que los sentimientos no son un problema, sino la fuente de los pensamientos más auténticos.
Para decidir, es necesario referirnos a lo concreto (al «qué» de las cosas). Por eso, fomenta una conversación rica en ejemplos.
Elegir es decir «sí» a algo, y no sólo descartar el resto. Ayuda a tu hijo a expresar de forma afirmativa lo que quiere, y luego buscad las opciones que lo lleven a la práctica.
No olvides agradecer a tu hijo que hable contigo. El hecho de que te cuente sus pensamientos o sentimientos es el regalo más valioso para ti como padre. Estarás disfrutando de una conversación de crecimiento.
Recuerda que conversar no es discutir. Aunque acostumbramos a hablar tratando de convencer, intenta acompañar a tu hijo mientras explora, y será dueño de sus elecciones.
Cuando un humanista pidió al sabio Almusafa que hablara acerca de «la conversación», éste les dio el secreto para llegar a ser buenos conversadores ante los ojos de sus semejantes: «Cuando hables con alguien a quien quieras, deja que el espíritu —esa experiencia en el pecho que contiene la sensación de quién eres y lleva implícito lo que puedes llegar a ser—, sea quien mueva tus labios».
Adaptado a partir de El Profeta de Kalhil Gibran
Nos pasamos gran parte del día conversando con otras personas, pero ¿con quién hablamos de verdad?
Por ello, si como padres pretendéis mantener conversaciones de crecimiento con vuestros hijos, deberéis evitar a toda costa actitudes como las siguientes:
Cuando estas actitudes dirigen la conversación, hablar se hace pesado y poco apetecible para vuestros hijos. Un diálogo que no promueva la toma de decisiones propias no ayuda a crecer. En esos casos, se convierte en una charla con una sola respuesta correcta, y la inteligencia y el corazón se cierran.
Pero tampoco tenéis que resignaros al silencio. La alternativa consiste en prepararos para ofrecer conversaciones de crecimiento interesantes, que os conviertan en referentes para vuestros hijos, es decir, en personas en las que apoyarse para reflexionar y tomar decisiones.
Tradicionalmente, la psicología ha reducido estos temas al entrenamiento en habilidades de comunicación. Éstas nos ayudan a «decir las cosas bien y sin perder la calma», pero lo cierto es que no sirven para conseguir que los hijos quieran hablar con sus padres.
Por eso, para mantener conversaciones de crecimiento interesantes, resulta imprescindible:
Se trata de «escuchar ahí dentro», para que vuestros hijos puedan permanecer en el «aquí y ahora», sintiéndoos a su lado como padre… ¡Sin «irse de ti»! Al menos sin marcharse mentalmente… Porque ¿cuántas veces os miran con cara de plástico esperando a que terminéis con vuestro rollo, pero su mente está ya en otra parte?
Escuchar «ahí dentro» es prestar atención a la sensación que tenemos de las cosas, lo que sentimos en el estómago o cómo «algo» nos presiona el pecho (cada uno lo percibe a su manera) y dejar que esa sensación se exprese.
De modo que no podéis ofreceros para conversar con vuestros hijos con la finalidad preconcebida de que elijan tal y como vosotros lo haríais. No sólo porque hacer eso sería imponerles vuestra decisión sin respetar la suya, sino porque ¡ellos ya tienen su propia sensación de las cosas! Por eso resulta fundamental que escuches y hables a tu hijo «ahí dentro».
Debemos tener en cuenta que estas conversaciones de crecimiento son a menudo iniciadas por los propios hijos, aunque lo hagan de manera sutil. Por eso debes estar preparado y disponible para cuando te inviten a conversar… de esta manera.
A menudo es difícil señalar cuándo mantuvisteis la primera conversación de crecimiento, pero ten en cuenta que las primeras veces marcarán la pauta. De modo que presta atención no tanto a los resultados, sino a cómo ha sido la experiencia de dialogar juntos:
Recordemos que las conversaciones de crecimiento han de ser conversaciones abiertas, en las que se cree el espacio necesario para que se forme nuestra propia «sensación de las cosas». Es cierto que no es fácil definir esta actitud. Fíjate, de hecho, en que a veces nos referimos a este tipo de experiencias con frases como «hablar desde las tripas», «decir las cosas desde el corazón» o «reaccionar de modo intuitivo » («me da a mí en la nariz que…»).
¿Y cómo lo haremos?
Espero que en los siguientes apartados de este capítulo tengas la sensación de que «aprendes» fácilmente, ¡como si ya supieras de qué va el asunto! Quizá porque alguna vez te hayan ofrecido a ti una conversación de crecimiento. Por eso, antes de seguir leyendo, te recomiendo que repases tu experiencia, utilizando el cuestionario que encontrarás junto a estas líneas.
Instrucciones:
Puedes responder personalmente y reflexionar después sobre tus respuestas («¿de qué me doy cuenta?»).
Pero también puedes pedir a tus hijos o a tu pareja que respondan pensando en ti a las preguntas 3, 4 y 5, y luego podéis compartir vuestras respuestas, de un modo que no sea crítico ni defensivo. Al contrario, intenta mantener la mente abierta para crecer… ¡Y eso te convertirá para ellos en un conversador verdaderamente interesante!
Lo cierto es que tu hijo necesita una conversación de crecimiento cuando se halla ante una decisión y no siente la seguridad para tomarla por sí mismo. Si quieres que crezca, no deberías responder tú en su lugar, ni tampoco deberías evitarle que sea él quien tenga que tomar la decisión. No adquirirá la seguridad que le falta obteniendo más información sobre el tema, sino contando con el apoyo y la guía para:
1
Ver cómo se siente frente a las diversas opciones y qué sensación interna le despiertan.
2
Qué consecuencias tendrá cada alternativa y cómo le hacen sentir.
3
Pensar «con el corazón» sobre cada una de ellas («¿encajo en ella?», «¿esto qué me dice de mí?»).
La experiencia de conversar contigo, según estos pasos, le aportará la seguridad para explorar y decidir. Además, el diálogo será más productivo si juntos os hacéis las preguntas de crecimiento necesarias. Estas preguntas ayudan a crecer porque:
No debes olvidar que estas preguntas no buscan «saber más», ni tampoco que tu hijo se dé cuenta de cosas de las que tú ya te das cuenta como adulto, sino que persiguen activar su crecimiento. Éstos son algunos ejemplos de lo que ayuda a formular una pregunta de este tipo:
La ventaja de este tipo de diálogo es que si tú consigues encontrar la pregunta adecuada, tu hijo encontrará su respuesta.
Te recomiendo que repases las «10 palabras de los padres que ayudan a sus hijos a crecer» expuestas al principio de este capítulo y que practiques con ellas. Presta atención al ajuste o desajuste que se produce entre lo que dices y cómo lo dices. Observa si los silencios se convierten en momentos incómodos o bien en momentos en los que se puede prestar atención a vuestro interior. Valora la «agenda oculta» que sueles llevar a cuestas cuando hablas con tu hijo, es decir, aquella con tus propias necesidades, temores o expectativas. Ten en cuenta que pueden interponerse entre tu hijo y sus necesidades de orientación y crecimiento. Mira a ver en qué medida puedes compartir con tu hijo esa agenda, de modo que no te vea como un oponente o un obstáculo, sino como un aliado transparente y seguro. Interésate por sus sentimientos sin discutirlos e invítale a que los use para contrastar sus reacciones ante un «sí» o ante un «no» con respecto a algo… y agradece abiertamente al terminar. Y por supuesto, trata de generar siempre que puedas alguna pregunta de crecimiento.
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