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Descubrir su camino, su ligar en la vida.
«Donde está tu tesoro allí estará tu corazón»
Aunque todos sepamos que es mejor ocuparse que preocuparse, con los hijos resulta difícil no acabar haciendo ambas cosas. Vuestro deseo de que encuentren su camino, de que acierten en sus decisiones, de que alcancen la felicidad os lleva a pensar en su futuro, a anticipar posibles riesgos y obstáculos intentando controlar lo que tantas veces no está a vuestro alcance. Sin embargo, el hecho de estar leyendo esta guía dice que sois unos padres que no sólo os «preocupáis» por vuestros hijos sino que también os «ocupáis» de ellos.
¿Qué le aporta a un joven la Educación Superior? ¿Elegirá bien su profesión? ¿Encontrará trabajo al finalizar sus estudios? ¿Sabrá superar los tropiezos y fracasos que se le presenten en esta importante etapa de su vida?
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Descubrir su camino, su ligar en la vida.
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Ser un profesional competente.
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Desarrollar un pensamiento crítico, racional, reflexivo y creativo.
4
Elaborar una identidad propia, un conocimiento lúcido de sí mismo.
5
Convertirse en un ciudadano socialmente comprometido.
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Ser un buen compañero y amigo.
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Elaborar una escala de valores desde la que actuar.
Antes de comenzar mi exposición, me gustaría comentar un aspecto sobre la estructura de la Educación Superior que, a veces, a los padres os pasa desapercibido cuando os planteáis la opción de estudios que seguirán vuestros hijos una vez finalizada su Educación Secundaria Obligatoria: ¿Bachillerato o Ciclo Formativo de Grado Medio? En nuestro país la Educación Superior, según establece el marco europeo de las cualificaciones, está estructurada en los siguientes niveles:
Los distintos ciclos formativos correspondientes a los perfiles profesionales de nivel 3 de la Educación Superior se estudian en los Centros de Formación Profesional. Sobre ellos ya os hemos hablado en el capítulo anterior. Por otro lado, los profesionales que se cualifiquen en los niveles 4, 5 y 6 van a cursar sus estudios en las universidades. Allí se formarán maestros, abogados, arquitectos, ingenieros, etc. De manera que la Educación Superior abarca, por ejemplo, tanto el Ciclo Formativo de Grado Superior en Educación Infantil (dos años de duración; trabajan en el ciclo 0-3 años) como, y siguiendo el ejemplo, el Grado de Educación Infantil (cuatro años de duración; trabajan en la etapa 0-6 años). De hecho, los alumnos del Ciclo de Educación Infantil (nivel 3) pueden acceder, mediante convalidaciones, a los estudios de Grado (nivel 4) en función de la tabla de equivalencias que tenga aprobado el plan de estudios de cada Universidad. Es por ello que encontramos, poco a poco, en España, algunas universidades que tienen integrados los denominados Campus de FP junto con su oferta de estudios de Grado y Posgrado. De este modo, son muchos los estudiantes que acceden a los Ciclos Formativos de Grado Superior y una vez finalizados compatibilizan trabajo y estudio, continuando así su formación y accediendo a titulaciones de nivel 4, principalmente en universidades no presenciales (UNED, UOC, UNIR, etc.). Asimismo, sucede también en muchas ocasiones que algunos estudiantes, una vez iniciados sus estudios en la Universidad, los abandonan en los primeros cursos pues no responden a sus expectativas o capacidades. Entonces deciden incorporarse a un Ciclo de Grado Superior, como los que se imparten en la FP o la FP Dual, que tienen la ventaja de que ofrecen unos estudios de menor duración, con mayor grado de aplicación práctica y una inserción rápida en el mercado laboral.
En este capítulo nos centraremos en algunas claves y retos a los que la Educación Superior Universitaria tiene que responder. También en cómo podéis colaborar los padres en la Orientación Profesional de vuestros hijos durante esta etapa. Pero recordad que todo lo que señalamos a partir de ahora también puede resultar sumamente válido para los jóvenes que realizan estudios superiores de nivel 3 en los centros de Formación Profesional.
El inicio de la Universidad simboliza el tránsito de la adolescencia a la vida adulta. En estos años, los jóvenes no sólo se preparan para ser unos profesionales competentes, sino que, en esta etapa, tienen el gran desafío de tomar la vida en sus manos y desarrollar un ejercicio responsable de su libertad. Pero en esta labor, ni ellos ni vosotros ESTÁIS SOLOS. Todos los que conforman el ámbito escolar en el que ahora se forman vuestros hijos, junto con los que en unos años formaremos parte de su vida universitaria, somos corresponsables de este proceso. Todos, es decir, vuestros hijos, vosotros, la familia, el centro escolar y la Universidad compartimos un gran reto: el de convertirnos en una comunidad de aprendizaje. Pero ¿cómo hacerlo? ¿Cómo podemos, tantas personas que no nos conocemos y que participaremos en la vida de vuestro hijo en diferentes momentos vitales, unirnos en este empeño? La respuesta es sencilla: teniendo un horizonte, un propósito y unos valores en común. Conocer lo que la vida depara a vuestros hijos en cada etapa; saber los retos a los que han de enfrentarse, y buscar la manera de capacitarles desde un sentido ético de la vida es una forma de estar menos preocupados y, en cambio, ocuparnos de su aprendizaje de vivir.
Veamos lo que la etapa universitaria nos ofrece como oportunidad, así como los principales retos que tendrá que abordar un joven durante su tránsito en ella.
Lo cierto es que la etapa universitaria no comienza el primer día del curso académico. Más bien va haciéndose presente en la vida de vuestros hijos de forma gradual, conforme han de afrontar dos de sus primeras decisiones vitales. La primera: ¿Qué carrera estudiar?, y la segunda: ¿Dónde cursarla? Para muchos, son tiempos de incertidumbre, de búsqueda, de dificultad. «¿Qué itinerario elijo en Bachillerato? ¿Y si no es lo mío y me equivoco? ¿Y si llega el final de curso y sigo sin saber qué quiero? ¿Elijo una carrera con salidas profesionales o soy fiel a mi vocación sabiendo que quizá no sea la profesión más valorada?» Sin duda que son tiempos en los que necesitarán un gran apoyo, escucha e información. Por eso, debemos propiciar espacios que les ayuden a conectar con sus capacidades, sus motivaciones, con aquello que para ellos es importante y les ayuda a dar sentido a lo que viven.
Llevar sobre sí la responsabilidad de su vida y de sus decisiones va a conducirles también a convertirse en protagonistas de su formación. Aunque en la Universidad vuestros hijos disfruten de una atención personalizada por parte del profesorado, ellos tendrán que asumir este compromiso inherente a su deseo de convertirse en adultos. Han de participar de forma activa y autónoma; han de desarrollar una voluntad para adquirir aquellas competencias y habilidades que les capacitarán para devenir en un profesional en el que poder confiar: sólido en sus conocimientos, eficaz, riguroso, con un profundo análisis de la realidad, abierto a cuestionarse sus puntos de vista para alcanzar una mejor perspectiva y ser, allá donde trabaje, una persona comprometida con el bien común.
Pero para ser un profesional cualificado es fundamental que vuestro hijo quiera desarrollar su capacidad de aprender, su deseo de comprender la complejidad de la vida, de buscar la verdad de las cosas y no quedarse con las apariencias o con una realidad maquillada por ideologías estériles. En esta etapa ha de pensar por sí mismo. Ha de aproximarse con lucidez ante lo que le acontece y, sobre todo, ser tenaz en el ejercicio del saber. Debe intentar aportar nuevas formas de dar respuesta a las encrucijadas que irá encontrándose en su vida profesional.
Aunque conocernos a nosotros mismos sea una asignatura obligatoria que nos acompañe durante toda la vida, la Universidad va a ser una fuente permanente de autodescubrimiento. A lo largo de estos años, vuestros hijos tendrán que tomar decisiones, perfilar su desempeño profesional y hacerse cargo de su autocuidado, lo que les obligará a ser conscientes de quiénes son y de lo que quieren ser. Para eso, lo primero que deben asumir es su personalidad y carácter. De modo que tendrán que revisar la imagen que tienen de sí mismos, dejarse interpelar por los otros y la vida, y con humildad, ser capaces de acoger toda su potencialidad y tener en cuenta, también, sus limitaciones.
Por mucho que nos pese que el individualismo sea premiado en esta sociedad fragmentada y consumista, la realidad es que tu hijo se juega mucho dependiendo de cómo se sitúe ante los otros y ante las circunstancias que le tocará afrontar. Difícilmente será un buen profesional si descuida las relaciones interpersonales, es decir, si no es capaz de dejar de estar ensimismado en sus cosas y se olvida de los demás. Cada vez son más los empleadores que valoran y buscan jóvenes con este perfil. Jóvenes capaces de ser sensibles ante lo que les pasa a los otros; que trabajan en equipo y saben colaborar en favor de una meta común. Jóvenes a quienes les importa la gente y se sienten comprometidos con hacer de este mundo uno mejor del que se encontraron. En definitiva, que buscan a través de su conocimiento y desempeño profesional cambiar las cosas para que nuestra sociedad sea más justa y humana.
Todos sabemos lo importantes que son los amigos en la vida. Con ellos somos capaces de reconocernos en lo que somos, revelar nuestra pequeñez y compartir nuestras grandezas. Ellos alivian nuestro caminar cuando la vida se nos hace cuesta arriba, y están a nuestro lado para celebrar nuestra felicidad. Otorgar a una persona el título de amigo, dice mucho de ella. Nos habla de una persona que confía y es confiable, una persona que es leal, respetuosa, amable, generosa, congruente. La amistad es un indicador de nuestra forma de relacionarnos e implicarnos con los demás. Saber mantener aquellas relaciones de la infancia que son valiosas a la vez que se da la bienvenida a otras, será un nuevo reto que vuestros hijos tendrán que afrontar. Relaciones que cada vez exigirán más de él una mayor entrega, compromiso e intimidad.
Todos, seamos conscientes o no, tenemos un sistema de valores que constituye la base de nuestro proceder. Éste incide en nuestra percepción de la realidad, en nuestra manera de priorizar la vida y sentir el mundo, y en nuestra forma de comportarnos. Al igual que nuestra identidad, los valores no son algo que adquiramos al llegar a la Universidad, sino que los vamos interiorizando desde nuestra infancia. A menudo son estos valores los que van a tener un papel fundamental en la elección vocacional de vuestros hijos y en su decisión de cómo dan sentido a su vida. Dependiendo de la coherencia que exista entre los valores familiares, escolares y aquellos que formen parte de la comunidad universitaria en la que vuestros hijos se integren, habrá un mayor o menor contraste y cuestionamiento personal y una mayor o menor urgencia de encontrar los propios criterios éticos y morales.
Para mí, la Universidad ha de ser la casa del saber y el ser. Ha de favorecer el desarrollo integral de todas las personas que la conforman, además de ayudarles a que todo ese conocimiento y formación que van adquiriendo se vaya orientando hacia el bien común. Por eso la Universidad debe ser un espacio de crecimiento, de encuentro y de futuro para vuestros hijos.
Como indicaba anteriormente, ayudar a vuestros hijos en el aprendizaje de vivir no sólo es una labor de la familia y de los educadores que constituyen su vida escolar, sino también de la Universidad. La Universidad tiene una gran responsabilidad ante vosotros y ante la sociedad. Como comunidad de aprendizaje también desempeña una importante función en el desarrollo integral que vuestros hijos hayan elegido como experiencia de vida.
Si la Universidad sólo favoreciera el crecimiento de la dimensión cognitiva e intelectual estaríamos fracasando. No hay competencia profesional que no esté asentada en un desarrollo armónico de todas las dimensiones del ser: la inteligencia, la afectividad, la espiritualidad, nuestra dimensión relacional y un sentido ético de la vida. De ahí la importancia de que a través de la formación curricular y extracurricular, vuestros hijos tengan la oportunidad no sólo de aprender los conocimientos de su futura profesión, sino también de participar en actividades deportivas, culturales, solidarias, etc., en las que desarrollar aquellos valores que sólo la experiencia les ayudará a integrar.
Si bien resulta necesaria una especialización en nuestra formación, es fundamental que la Universidad, como casa del saber, pueda conjugar de forma interdisciplinar el análisis de aquellos aspectos de la realidad que nuestra vocación nos invita a conocer y a responder.
Si deseamos que, como profesionales, vuestros hijos sean capaces de mirar la realidad desde diferentes perspectivas, a la vez que sepan aunar conocimientos diversos e innovar a partir de lo ya conocido, hemos de ofrecerles, en nuestra docencia, en la forma en que investigamos y comunicamos el saber, un diálogo interdisciplinar que busque, a la vez, hondura y universalidad.
Vuestros hijos, en unos años, van a ser los líderes del mañana. En ellos confiaremos el progreso de la sociedad y la construcción de la ciudadanía. No sólo tendrán que resposabilizarse de la realidad y cargar con ella. También tendrán que encargarse y preguntarse qué pueden hacer ante tanta humanidad doliente.
Si antes señalaba como uno de los retos fundamentales para vuestros hijos el que sean capaces de salir de sí mismos y se sientan comprometidos con el bien común, la Universidad debería ser ese espacio en el que, por «contagio», vuestros hijos fueran aprendiendo estos valores de sus profesores así como del personal de administración y servicios con los que compartirán sus actividades cotidianas durante esos años.
No hay ciencia, rama del saber, enseñanza ni investigación que no lleve consigo unos valores. Toda observación siempre está cargada de teoría y de unos valores desde los que nos acercamos a la realidad. Es difícil dar aquello que no se tiene. De ahí la gran responsabilidad que, como educadores, tenemos ante vuestros hijos. La honestidad intelectual, el respeto, el hecho de ser una persona íntegra, responsable, veraz, perseverante, disponible y accesible, etc., se transmite en el día a día, en los pequeños detalles, en esa palabra de la que te puedes fiar y en ese estilo de relación en el que destaca la escucha, el respeto y el aprecio mutuo. La Universidad no puede estar encerrada en sí misma, hemos de estar al servicio de la sociedad.
Aunque el inicio de la Educación Superior coincida con la mayoría de edad, vuestros hijos os necesitan, aunque de otro modo al que os necesitaban hasta ahora. La conquista de su emancipación personal tardará aún unos años en llegar. Ayudadles, desde vuestra cercanía y aceptación, a que puedan identificar sus capacidades, sus recursos, sus límites y sus fracasos. Ayudadles a que sepan hacia dónde se enfoca su corazón. Y aunque no coincidan con vosotros, o con vuestras expectativas, permitid que conecten con aquello que más les moviliza, les conmueve y les ayuda a tolerar la frustración cuando las cosas no salen como ellos esperaban, o cuando los resultados tardan en llegar y tienen que aprender a perseverar en el esfuerzo hasta que se empiecen a ver los primeros frutos a medio o a largo plazo.
Ser adultos implica un ejercicio responsable de la libertad y asumir las consecuencias que los propios actos pueden provocar en nuestro entorno y en la sociedad. Como otros aprendizajes del vivir, exige paciencia, pues se trata de un proceso gradual. También necesitamos saber perdonarnos y perdonar cuando nuestros actos no cumplen nuestras expectativas o generan dolor y desencuentro con otras personas. En estos años de su juventud, ayudar como padres a vuestros hijos a que se independicen emocionalmente supone una gran generosidad por vuestra parte. Además, requerirá de vosotros estar a la distancia justa para dejarles espacio para volar, sabiendo que cuando el temor les paralice, o sientan el peso de la vida, siempre encontrarán la incondicionalidad de vuestro amor y de vuestra presencia. Si adoptáis esta actitud vital, por muy lejos que les lleven sus futuros empleos o sus propios proyectos de familia, siempre sentiréis el orgullo y el consuelo del regalo recibido: ser padres.
Estructura de la Educación Superior en España
Los estudios universitarios en el marco europeo de Educación Superior están estructurados en España en tres ciclos: Grado, Máster y Doctorado. Tanto el título de Grado como el de Máster están vinculados a las siguientes ramas de conocimiento:
El título de Grado tiene una duración de 240 créditos ECTS, repartidos en cuatro años académicos (incluido el Trabajo Fin de Grado).
Los másters tienen una duración de entre 60 y 120 créditos ECTS, repartidos en uno o dos años académicos. Los estudios oficiales de Máster tienen como finalidad la especialización del estudiante en su formación académica, profesional o investigadora, y culminan con la obtención del título de Máster que es válido en todos los países firmantes del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES).
Los estudios de Doctorado en España tienen como finalidad la formación avanzada del estudiante en las técnicas de investigación. Están divididos en dos ciclos: uno de estudios de, al menos, 60 créditos que puede ser parte del ciclo de Máster, y otro de investigación que culmina con la defensa pública de un trabajo de investigación original (la tesis doctoral), por parte del estudiante. En cuanto a la duración del programa de doctorado se establece un plazo máximo de tres años de estos estudios a tiempo completo, dando la opción de cursarlos también a tiempo parcial durante cinco años.
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