1Nos gusta atender a la educación integral de nuestros hijos: cine, teatro, lectura, naturaleza, el valor del silencio, la tranquilidad, la solidaridad o el deporte. Existen infinitas posibilidades, y dependen de la cultura y de la estructura familiar. Se podría decir de otra forma más flexible: todo lo que no dé el centro escolar lo tenemos que aportar en casa.
Tenemos que funcionar como el contrapeso a la idea de que lo único que sirve son los resultados. Hemos de valorar los esfuerzos de nuestros hijos para compensar esa tendencia de los centros hacia una especie de doble moral del «resultadismo »: siempre se dice que la evaluación es continua y que se valora el esfuerzo, pero en la práctica el Bachillerato atiende a los resultados y prescinde de muchas otras cosas. Por eso es importante que las familias no caigan en la misma trampa. Existen otras dimensiones, como la música –instrumental o vocal–, el arte –dibujo, cómic– o el deporte de equipo que pueden colaborar de forma muy eficaz para conseguir que las personas disfruten de un desarrollo integral o equilibrado.
2Hemos de atender a su maduración humana y vocacional. Lo señalamos más arriba: podemos proporcionar experiencias de éxito o mejorar la percepción de su autoeficacia asignando la responsabilidad de cuidar de hermanos más pequeños, o buscando compromisos concretos de los que deba rendir cuentas. Estas tareas de ayuda, ligadas a la vida real, no son obstáculo para permitirles soñar: hemos de apoyarles en sus proyectos sin coartar sus iniciativas. Nos decía una inteligente pediatra refiriéndose a los niños (¡de tan sólo un año!): sed muy tacaños con el «no», no lo digáis excepto para tres o cuatros cosas esenciales, aquellas de pura supervivencia. Trasladada la idea a los 18 años, hay que permitir y alentar que se proyecten sin hacerles nunca sentir que no se puede.
3Nos hemos acostumbrado a fomentar en la vida familiar hábitos que les faciliten su empleabilidad futura. Nos referimos a ese elemental manejo económico que supone saber lo que cuestan las cosas que usamos o las ventajas de las que disponen. En definitiva, resulta fundamental que sean conscientes del coste de la vida y de la disponibilidad económica de la familia. Esta conciencia va unida en ocasiones a hacer pequeños trabajos, a dar autonomía para su propia pequeña gestión, que va creciendo al llegar a esta edad. A este respecto, es recomendable propiciar hábitos que faciliten su movilidad, que les permitan el desplazamiento en bicicleta o en transporte público, que desarrollen su capacidad para definir rutas y controlar tiempos. Costumbres como éstas consiguen que el joven se comprometa y cumpla, fomentan la puntualidad, favorecen el dar cuentas en función de lo acordado, es decir, ayudan a ser siempre responsables de lo que tienen entre manos.
4Hemos intentado enseñarles a anticipar las consecuencias de sus actos. Se trata de dejarles elegir y que analicen las consecuencias de su elección. Lo hemos dicho más arriba: no les des todo hecho, devuélveles una pregunta que les haga pensar en lo que quieren, en lo que necesitan, ya sea tiempo, actividad o dinero. Con la práctica continuada, aprenderán a pensar cuáles pueden ser las consecuencias por sí mismos. El Bachillerato, los exámenes, la Selectividad a la que muchos se presentan, son factores de desgaste emocional: ayudemos también para que aprendan a controlar el estrés, la angustia o la tensión.
5Aunque no siempre nos sentimos preparados para ello, hemos de estar cerca para lograr una toma de decisiones lo más acertada posible en cuestiones académico-profesionales, que sea realista y esté acorde con sus talentos. Durante el Bachillerato debemos lidiar con las modalidades, con las optativas, con múltiples elecciones que afectan a las posibilidades posteriores, y hay que combinar intereses con eficacia.
En este sentido, es importante romper una lanza a favor de la Formación Profesional y de la Formación Profesional Dual (que ya hemos mencionado más arriba) y en particular de los Ciclos Formativos de Grado Superior. Tal y como su nombre indica, y aunque nuestra sociedad no lo reconozca con facilidad, se trata de formación superior, tan excelente como la universitaria. Estos grados profesionales pueden ser muy interesantes, ofrecen una enseñanza superior valiosa, más cercana al entorno profesional. Además, proponen una opción más realista, que puede coincidir con las expectativas personales. Permitidnos otro ejemplo: hace unos diez años, un chico con poco éxito en los estudios finalizó el Bachillerato con muchas dificultades y, aunque su familia le apoyaba para seguir estudiando, tenía al alcance un empleo de camarero. Para el joven aquello implicaba dinero en mano (insistimos, era hace diez años), la posibilidad de comprar un coche nuevo y hacer lo que hacen otros amigos de su barrio que ya habían dejado el instituto. Tocó sentarse con él y analizar qué otras cosas le interesaban, qué le gustaba. Entonces surgieron las máquinas, la electrónica y, por fortuna, un buen centro donde cursar ese ciclo. Han pasado los años, el joven ha crecido y trabaja en su especialidad. Y también se ha comprado el coche, pues los sueños, sueños son, pero nos corresponde hacerlos realidad.
6Toda esta ayuda que los padres ofrecéis a vuestros hijos está encaminada a que den sus propios pasos, esos que les permitan construir con autonomía un proyecto personal de vida feliz. Ideas como la de desarrollar talento o no aspirar simplemente a venderse como fuerza de trabajo pueden sonar a agua pasada, a palabras quizá desgastadas por el uso, sobre todo en esta época difícil que les toca vivir. Pero ¿cómo renunciar a ser feliz como persona, como alguien que contribuye y desarrolla su talento, no sólo para el trabajo, sino para el conjunto de la vida? En otras palabras, ¿cómo llegar a un equilibrio entre lo que soy capaz de hacer y lo que es útil a la sociedad? Se trata de un planteamiento necesario y enriquecedor a estas edades, de los 16 a los 18 años, cuando cada uno tiene una posición entre hermanos mayores o menores, o se relaciona con amigos de distintas edades, que atraviesan fases diferentes en las que unos aprenden de las experiencias de los otros.
El Bachillerato termina y la vida les ofrecerá distintos caminos con sus incertidumbres y encrucijadas en las que nuestros jóvenes tendrán que estar preparados para elegir. Aunque es cierto que, en nuestros días, muchos de ellos se encontrarán todavía con bastantes puertas cerradas. Ojalá seamos capaces de acompañarlos para que sepan que la principal motivación para aprender algo se encuentra en uno mismo. Recordemos que el interés personal es el principal motor de la elección profesional. Resulta fundamental que se den cuenta de que difícilmente van a poder convertirse en un profesional de excelencia en algo que no satisfaga sus intereses, aunque aquella profesión tenga, hoy en día, muchas salidas.